miércoles, 12 de julio de 2017

CARS 3: VIEJOS SON LOS TRAPOS

Cars 3. Director: Brian Fee. Voces (en inglés): Owen Wilson (“El Rayo” McQueen), Cristela Alonzo (Cruz Ramírez), Chris Cooper (Smokey), Nathan Fillion (Sterling), Larry the Cable Guy (Mate), Armie Hammer (Jackson Storm), Tony Shalhoub (Luigi), Bonnie Hunt (Sally Carrera), Lea DeLaria (Miss Fractura), Kerry Washington (Natalie Certeza) y Guido Quaroni (Guido), entre otros. Participación especial de Paul Newman (Doc Hudson), mediante grabaciones no utilizadas con anterioridad. Voces (en castellano): Kuno Becker (“El Rayo” McQueen), Verónica Jaspeado (Cruz Ramírez), Gabriel Pingarrón (Smokey), César Bono (Mate), Alejandro Orozco (Jackson Storm), Arturo Mercado Jr. (Luigi), Rosalba Sotelo (Sally Carrera), Raúl Aldana (Guido) y Pedro Armendáriz Jr. (Doc Hudson), entre otros. Guionistas: Brian Fee, Ben Queen, Eyal Podell, Jonathan E. Stewart, Kiel Murray, Bob Peterson, Mike Rich. Walt Disney / Pixar. EE.UU., 2017. Estreno en la Argentina: 13 de julio de 2017. 

Cuando yo era adolescente, los cuarentones como mis padres eran viejos; y los sesentones como mis abuelos eran reliquias de un tiempo muuuy lejano, finiquitado hace eones, momias andantes en una coyuntura que (aparentemente) no les correspondía, no los incluía y, mucho menos, los entendía. Hoy, los cincuentones como yo somos tipos anclados en una especie de segunda juventud, combinación equilibrada entre experiencia y vitalidad, con ganas de seguir haciendo cosas y el (supuesto) temple para ordenarlas prioritariamente. No sabremos muy bien qué es lo que queremos, pero al menos sabemos qué no queremos y qué podemos (o no) hacer. 


En esta época en que la edad física puede llegar a acompañar dignamente a la edad mental de cada quien, el retiro laboral y el obligado (¿obligado?) recambio generacional son temas que impactan directamente sobre la línea de flotación de las expectativas de los denominados adultos y adultos mayores, más predispuestos que nunca a vivir la vida con verdadera plenitud (no la que busca instalar desde la tele la propaganda de pañales geriátricos). 


Sobre esa tensión bastante irresuelta se asienta argumentalmente Cars 3, lograda secuela que obliga a “El Rayo” McQueen a transitar el delgado hilo que une y separa lo viejo de lo nuevo, el esfuerzo psíquico-físico de la dependencia tecnológica, la administración de los valores nostálgicos con los infundados miedos al cambio. Claro que todo va a depender de dónde uno elija (o pueda) pararse, de saber ocupar aquellos espacios que nosotros mismos vamos preparando al ir asumiendo roles acordes con las posibilidades que nos brinda nuestra edad. Lo bueno no está en lo pasado o en el porvenir, sino en el presente que sepa conjugar lo mejor de cada etapa, potenciando los logros conjuntos. Un resultado mayor a la sumatoria de las partes.


Con la emisión de un mensaje tan cálido y constructivo, uno podría suponer que el tratamiento argumental buscaría estar a la altura de tan nobles ideales. Pero no. Lamentablemente, Cars 3 da un brusco volantazo hacia el terreno original de la primera película, optando por volver a contar una historia de responsabilidad y dedicación filial entre mentores y discípulos, como si la apertura hacia otros géneros (el espionaje en Cars 2) hubiera quedado vedada ante la necesidad de prolongar la explotación comercial de la franquicia. 


Una toma de posición empresarial que empobrece notoriamente los logros creativos alcanzados por Pixar. No correr riesgos puede dar mayor seguridad en la vida (es discutible), pero no asumirlos en la ficción resulta imperdonable. A pesar de las apariencias, Cars 3 no innova, no busca nuevos caminos ni se aventura hacia otros circuitos. Elige salir campeón corriendo las carreras que ya ganó, dando vueltas en una pista que conoce de taquito. Y cerquita de los boxes, por si tiene que salir disparando para hacer un retoque de último momento. 


Si no quieren quedarse hasta el final, con que lleguen al cine con el tiempo suficiente para ver Lou, el corto de Dave Mullins que abre la función, está más que bien. Mayúscula obra de arte que aborda el tema del bullying desde el costado más humano, completo e integrador que haya visto en mucho tiempo. Y si van a aguantar hasta el final, aguanten hasta después de los títulos de cierre. Un chiste menor (y tierno) los estará esperando.
Fernando Ariel García

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