miércoles, 20 de mayo de 2015

TORTAS FRITAS DE POLENTA: PURA, NÍTIDA Y TRIUNFAL

La Duendes especial: Tortas fritas de polenta. Guión: Ariel Martinelli y Adolfo Bayúgar. Dibujos: Adolfo Bayúgar. Portada: Adolfo Bayúgar. 90 páginas en blanco y negro. La Duendes. ISSN: 1851-0639. Argentina, junio de 2014. 

Un nuevo epílogo de dos páginas y la eliminación del color rojo selectivamente aplicado. La verdad, no son tantas las diferencias formales entre esta edición de Tortas fritas de polenta realizada por La Duendes y la versión original publicada en Fierro Nº 78. Por ese motivo, republicamos aquí abajo la crítica a la historieta que diéramos a conocer el 23 de abril de 2013, con algunos retoques cosméticos. 

Desde 1982, para nosotros los argentinos el mes de abril es sinónimo periodístico de Malvinas. No porque el resto del año el tema se mantenga ausente de la grilla de medios (que bastante ausente está, ahora que lo pienso mejor), sino porque cada aniversario puntual del desembarco en las islas del Atlántico sur y la consiguiente guerra contra Inglaterra comandada por la última dictadura militar, reabre heridas que siguen sangrando, quizá porque estamos más ocupados en tratar de cubrirlas que en tratar de curarlas. 


Pero desde la aparición de Tortas fritas de polenta, en abril de 2013, las cosas vienen siendo distintas, al menos desde lo netamente historietístico. Y es porque esta novela gráfica de Adolfo Bayúgar y Ariel Martinelli puede tildarse de histórica sin temor a caer en errores de percepción. Histórica por dos motivos, claro. El primero, porque enfoca la temática histórica de la Guerra de Malvinas. Y el segundo, el más importante, porque hace historia al enfocarla desde un territorio no hollado hasta el momento, o no transitado con semejante contundencia emocional y estética. 


Basándose en el mítico Maus (pero sin dejarse encandilar por el peso de su influencia), Tortas fritas... cuenta la Guerra de Malvinas tal como la vivió en primera persona Ariel Martinelli. O, mejor dicho, tal como Martinelli la fue recordando tres décadas después al relatársela al historietista Adolfo Bayúgar, que transformó a estos diálogos mantenidos a lo largo de dos años y medio en parte del discurso orgánico e interno del cómic. Es que, inscripto en el registro “novela gráfica” de entrevista historietizada, Tortas fritas… resuelve desde la crónica íntima el gran problema narrativo que Malvinas venía presentándole a la historieta argentina: La perspectiva desde dónde abordar el fenómeno. Y la respuesta es tan simple como concluyente, la subjetividad de la memoria hace que una historia de la Guerra de Malvinas permita extrapolar, dejando testimonio, la historia de la Guerra de Malvinas. 


Sin renunciar a los contextos históricos (del pasado y del presente, de la dictadura y del proceso de confección del cómic, de la guerra y la posguerra), Martinelli y Bayúgar van desenredando la madeja del día a día en las islas; y de los momentos previos y posteriores en el continente. Y más allá de la presencia físicamente palpable de las explosiones y las muertes, Tortas fritas… va construyendo detenidamente el desgaste psicológico al que los altos mandos sometieron a los colimbas que fueron a pelear tan lejos de sus casas, en un lugar que generacionalmente hemos aprendido a llamar Patria desde las aulas de la escuela primaria. 


La desaprensión (como mínimo) de los conductores hacia los conducidos parece haber hecho estragos entre la tropa liberada a su suerte, dentro y fuera de los campos de combate. El hambre, el frío, la lluvia, la nieve, la suciedad, el cansancio extremo hicieron su trabajo. Y lo hicieron de maravilla, por lo que puede leerse. Las rencillas internas entre colimbas, su tránsito forzado hacia la supervivencia terminó por sacar lo mejor y lo peor que el ser humano trae consigo. Y es en esta universalidad existencial que Tortas fritas de polenta le saca un plus a todas las historietas anteriores sobre Malvinas (salvo, quizás, a La presencia de Sanyú). La guerra, más acá y más allá de la historicidad, como trauma interno y externo, personal y colectivo, que nunca abandona al que la ha transitado directamente. A menos que, como en este caso, se encuentren las palabras y los dibujos adecuados para desahogar el alma, el corazón y las tripas. Rompiendo, definitivamente, el manto de neblinas. 
Tal vez, ahora, podamos empezar a sanar. 
Fernando Ariel García

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