miércoles, 7 de mayo de 2014

PAPELES SUELTOS: SARDINAS BRASEADAS AL LIMÓN

Una vez al año, desde hace más años de los que puedan acordarse, los pescadores de la isla de Procida bajan hasta la costa, acompañados por sus mujeres, para agradecerle y pedirle al mar por los frutos que han de quitarle durante los próximos doce meses. 
Cuando la primera noche ciega descarga su manto sobre los Campos Flégreos, de cara al punto dónde las corrientes del Tirreno se funden y confunden con las del Mediterráneo, los pescadores y sus mujeres encienden una gran fogata, se acomodan en círculo alrededor del fuego, apuran unas sardinas braseadas al limón con un bicchiere de vino tinto caliente, porque hace mucho frío. Se toman de las manos, cierran los ojos y dejan ir la mirada hasta el horizonte incierto de las aguas. Y en un napolitano antiguo, cerrado, murmuran esta letanía que, en castellano, dice (más o menos) así: 

Que las lluvias de abril laven tu rostro, limpiando cualquier rastro que hayamos olvidado, en nombre del Amor. 
Que los soles de agosto curtan tu piel. Y mantengan tu sangre, siempre, en el punto justo de hervor. 
Que los vientos de diciembre preñen nuestras velas, para no quedar varados frente al cabo de la mala distancia. 
Y hasta el día en que volvamos a vernos, que tu Dios resguarde este pedazo de mi alma sobre tu regazo. 

Salud. Y buen viaje.

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