miércoles, 17 de febrero de 2010

DIARIO DE GUERRA. HUGO PRATT VOL. 1: HAZAÑAS BELICAS

Fleetway.
Durante muchos años, esa palabra era una mala palabra en el diccionario de la historieta argentina. Principalmente, por estar asociada al cierre de la mítica Editorial Frontera de Oesterheld. No por acción directa, vale aclararlo, ya que la Fleetway (conocida como Amalgamated Press hasta 1959) lo único que hizo fue capitalizar los talentos artísticos de muchos de los más importantes dibujantes que habían acompañado a HGO en su aventura de triste final empresario. La moneda extranjera siempre fue mucho más fuerte que la local y, en consecuencia (ayer como hoy), representaba una oportunidad económica imposible de replicar por estos lares. Arturo del Castillo, Alberto Breccia, Hugo Pratt y Francisco Solano López fueron algunos de los hacedores de esas populares páginas que cruzaron el charco e hicieron historia en el panorama del noveno arte británico.
Historietas de género que alimentaron la imaginación de millones de lectores, preferentemente infantojuveniles, con su formato de bolsillo y sus contenidos rápidamente digeribles y fácilmente olvidables. Dije arriba que fueron populares. Y lo fueron. Mucho, en verdad. En dos de los aspectos de la palabra popular. Por llegar indiscriminadamente a los lectores en masa, ocupándoles parte de su tiempo libre en el sano oficio de la lectura. Y por apelar al ideario que hace de lo popular un hecho de chatura artística, precocida, sin ningún tipo de pretenciones. El entretenimiento descartable, nacido para ser desechado después de su consumisión. War Picture Library, War at Sea Picture Library, Battle Picture Library y Thriller Picture Library, entre otras, son ahora rescatadas en Francia y España no por su valor historietístico (poco y nada, a fuerza de ser sinceros) sino por su valor documental (altísimo), el de sacar a la luz los trabajos menos conocidos de los autores que reformularon la Historieta con mayúsculas. En este caso en particular, el primero de los tres tomos dedicados al Diario de Guerra de Hugo Pratt, escrito (dibujado, mejor dicho) entre 1959 y 1963, ese lapso gris que va de Ernie Pike y Sargento Kirk al Corto Maltés.
¿Cómo definir a War Picture Library, la revista de dónde salieron las cuatro aventuras que aquí se presentan? Haciéndolo rápido y yendo a lo seguro, emparentándolas con las publicaciones de Editorial Columba (para los argentinos) y con Hazañas Bélicas (para los españoles). Porque más allá de las diferencias formales, las tres comparten un ideario bélico netamente militarista. En el caso particular británico, la cercanía histórica con los hechos narrados le servía a Inglaterra para construir su historia reciente. Y, sobre todo, la forma en que la misma sería leída en los años por venir. De ahí la aseveración de la identidad inglesa como paradigma de la entrega a la libertad. Muchas posturas estructuradas, poco humanismo, nada de poesía. La guerra nunca es criticada, ni mencionadas sus motivaciones políticas y/o económicas. ¿Para qué meterse en ese terreno? Si lo único que importa es mostrar (y demostrar) que la guerra es el escenario idóneo para que los muchachos se hagan hombres. Y los hombres, leyendas. El estruendo de las bombas es algo divertido. Las ráfagas de metralla son una oportunidad para reafirmar la virilidad. La muerte de un compañero es un hecho irreversible que templa el carácter.
En medio de esta visión lavada, edulcorada e intencionada del conflicto bélico, Pratt hace lo que puede. Lidia con la superabundancia de texto gratuito y redundante, con la inamovible disposición de las viñetas. Más que narrar, ilustra algún detalle de cuánto se detalla morosamente en cada viñeta. Son trabajos netamente alimenticios, por qué negarlo. Y sin embargo, cada tanto estalla el nervio de la genialidad y tira un par de secuencias de arrebatadora belleza conceptual, anticipando el oleaje del mar salado que le iba creciendo en los intestinos. Pratt es un dibujante profesional; y los militares ingleses que salen de sus manos cumplen con la misión encargada. Documentar que sin la participación británica, los aliados no hubieran ganado la Segunda Guerra mundial. Ellos “permitieron la liberación de Europa y la destrucción del poder de la Alemania nazi”. Lo dice así de clarito una de estas sentenciosas historietas.
Porque el peso protagónico del relato no está puesto en la imagen, sino en el texto. Descriptivo y epitelial, sin profundidad dramática. Refugiadas tras las experiencias de primera mano de unos cuantos guionistas (Val Holding fue miembro del regimiento de Paracaidistas, Donne Avenell radiotelegrafista para la Armada británica), las palabras pretenden sacar chapa de verismo, ya sea en la Italia dominada por los nazis, en los tribunales militares de un consejo de guerra de la Royal Air Force, en las aguas noruegas o en las costas de Normandía, asegurando el éxito del Día D. Como sus personajes, el texto no se permite la jactancia de la duda, sabe siempre qué hacer, cómo y cuándo hacerlo. Tal vez, por ello alabe desmedidamente a los altos grados militares, haciendo de ellos figuras paternas irremplazables, necesarias y generosas a pesar de su aparente dureza. Si hasta casi dan ganas de enlistarse para ser maltratado; y de morir en vez de volver al castigo del hogar. Reduciendo la guerra a una cuestión técnico-tecnológica (y aquí se agradece el amplio y documentado apartado complementario a cargo de Panini), se entiende la inferiorirdad de los alemanes y de esos “hombrecitos amarillos” que resultan ser los japoneses. La superioridad inglesa es la que hace de la victoria una condición natural “a la altura de una tradición centenaria”.
Esa que huele el bronce de la posteridad dónde sólo habita la mierda.
Maniqueísmo, que le dicen.
Fernando Ariel García
Diario de Guerra: Hugo Pratt Vol. 1
Guión:
Val Holding, E. Evans y Alf Wallace; Fred Baker; y Donne Avenell
Dibujos: Hugo Pratt
Traducción: José Miguel Pallarés
272 páginas en blanco y negro
Panini España
ISBN: 978-84-9885-186-1

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